El término
resiliencia proviene originalmente del campo de la física y la ingeniería y se
ha ido adaptando a otras áreas.
En el campo
de la física y la metalúrgica, “la resiliencia es la capacidad de ciertos
materiales de recobrar su forma original luego de ser sometidos a un proceso de
presión deformadora”, o “la resistencia que oponen los cuerpos a la ruptura por
un choque” o “la capacidad de los metales de resistir a los golpes y recuperar
su estructura interna”.
Para la
traumatología es “la capacidad del tejido óseo de crecer en el sentido correcto
luego de una fractura.”
Asimismo, en
la industria textil cuando se habla de telas, se menciona la resiliencia como
la capacidad de resistir el arrugamiento; es decir una tela tiene buena resiliencia
cuando no se fija la arruga, el lino
tiene baja resiliencia.
El concepto
de resiliencia, por extensión, ha trascendido los ámbitos de la física y la
ingeniería hasta llegar al campo de la psicología para básicamente, la capacidad del ser humano para
recuperarse, sobreponerse y asumir situaciones complicadas, como choques
emocionales, traumas, etc...
Por otra
parte, la palabra “resilience” podría
traducirse como “elasticidad” o “resistencia”.
No es
casualidad que estas descripciones le resulten familiares a un emprendedor. El
emprendedor conoce de qué se trata esto de “recuperarse, sobreponerse y asumir situaciones
complicadas”, de “resistir los golpes” y de no “fijarse a la arruga”.
Ser
emprendedor es ser resiliente. Elasticidad y resistencia son dos condiciones
fundamentales al momento de emprender.
Nos seguimos encontrando...
Graciela M. Losada
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