Toda empresa tiene como objetivo fundamental el obtener ganancias. Para producirlas requiere de la participación activa de una variedad de recursos. Pero entre todos ellos, uno acaparará el gran protagonismo: el recurso humano.
Sí. En definitiva toda empresa es un conjunto de personas coordinadas y direccionadas para efectuar diversas actividades a lo largo de una cadena productiva, que originará determinados resultados.
La eficacia y eficiencia con la que cada persona desarrolle sus tareas, tendrá una repercusión directa en esos resultados. Esto no es novedoso. Se conoce ampliamente la importancia del factor humano y su influencia en el rendimiento final.
Las grandes corporaciones suelen contar con políticas de recursos humanos, programas de motivación, de capacitación y de integración, planes de carrera, etc., etc.
En el otro extremo, nos encontramos con las pequeñas empresas o incipientes emprendimientos que aún no han incorporado estos temas a sus agendas. No obstante ello, dichas empresas suelen no presentar mayores inconvenientes, en virtud de tener un trato muy directo con el personal y una relación estrecha basada en el mutuo conocimiento y la confianza. Asimismo, suelen posibilitar el crecimiento de la gente a medida que crece el negocio, lo cual favorece mantener un grado de compromiso y motivación apropiados, aún con altibajos.
Posiblemente, el más complicado sea el caso de las PYMES, donde la lucha por mejorar la posición competitiva y dar un salto de crecimiento suele ocasionar más de un conflicto interno. Las compañías pujan por crecer y reclutan desde afuera ejecutivos para puestos jerárquicos y consultores gurúes. Sobrevienen las sensaciones de exclusión, de marginación, falta de reconocimiento e "injusticias". La presión de la inmediatez de los números se acrecienta y la presión baja a los mandos medios y al personal de planta. "Producir más". "Vender más". "Bajar los costos"... Los de arriba no están satisfechos; los de abajo, tampoco... El personal se cansa, rota, se va. Los resultados no llegan y las estrategias se cambian y con ellas, también el personal. El hastío, la no pertenencia y la desmotivación crecen al ritmo del agobio, el malhumor y la presión, generando cada mez mayor tensión y peores rendimientos.
Sí: presión y motivación no son precisamente sinónimos. Quien los confunda equivocará penosamente el camino.
Las empresas están vivas porque están integradas por personas. Humanizar las relaciones y exigencias con el personal, redundará en la mejor calidad de vida de ambos, de los empleados y los empleadores. De la gente y las empresas.
Mejor calidad de vida=mejor calidad de trabajo=mejores rendimientos=mayor rentabilidad.
Es mucho lo que se puede hacer para humanizar las empresas y sus relaciones, y no todo está ligado a grandes sumas de dinero... Parece complejo, pero realmente lo es?
Nos estamos encontrando con más ayuda emprendedora...
Graciela M. Losada
Para Ger Ayuda
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